Bodegón azul y mandarina. Por Carmen Alcázar Triana, Sevilla, marzo 2020. |
y me miré
por el espejo. Mi cuerpo yacía
en el suelo, entre los cristales rotos
de todo lo que bebimos anoche
con el síndrome de manos inquietas,
derritiendo el hielo antes de las copas
cuando nos atropellaron los besos
con lengua caminando por el cuello.
Y nos respiramos entrecortados
sin apenas mirarnos a los ojos,
que hasta temblaban
de miedo,
agazapados en la arruga
deshecha, en el blanco
sucio del lienzo.
Ya por la tarde, vuelvo a la encimera
adonde se sudaron nuestros cuerpos
componiendo aquel bodegón azul
y mandarina que juntos pintamos
confinándonos abril sin remedio
y en el descuento
de un tiempo que ya dábamos por muerto.
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