NO digas que el mercurio
se rompe,
al aire.
No me digas que el tiempo
está vacío,
en mis manos.
No me digas que mi alma
está perdida
en mil y una tontería.
Que no;
no me digas nada.
y deja que tus besos
me digan todo,
con su silencio cómplice.
Ya sólo abrázame tanto
y tanto
que hasta me duelan
los ojos
a la luz de los tuyos,
cuando anochezcan.
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