Descubriendo la mar. Foto: C. Alcázar |
Vivimos al otro lado del mar,
donde las olas sólo traen sueños
ahogados, adonde sólo flotan
las astillas de sus casas ajada,
a la deriva,
en la huida de la guerra.
No llores, mi pequeño.
Vivimos al otro lado del mar,
en tierra firme, donde sólo buscan
refugio de bombas,
y de más odios.
Sí, pequeño, al otro lado del mar:
adonde la orilla ya solo mece,
y besa,
y entre sus surcos arrulla
los cuerpos que llegan
de niños muertos.
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